Queridos y queridas compañeras de MIDE: escribimos estas líneas porque en estos días se han cumplido diez años desde la partida de don José. Muchos de ustedes no lo conocieron, y por eso solicitamos este espacio en la intranet: para asegurarnos de que su recuerdo se mantenga con nosotros, en la memoria de esta institución de la que fue parte desde antes de su fundación.
José Albino Briso Reyes era el estafeta del entonces proyecto AEP, se sentaba en la recepción del séptimo piso, junto a la Carlita. Desde ese lugar nos veía llegar, nos atendía y nos entendía. Se aseguraba de que las cosas estuvieran en orden, que cada reunión contara con todo lo necesario, que los informes llegaran a tiempo y que los contratos llegaran a sus destinatarios, que en cada directorio de los martes la vajilla reservada, la mesa bien puesta, la ensalada impecable, contribuyera a darle solemnidad a ese espacio que él respetaba tanto.
Mientras todos discutíamos de ítems, preguntas anclas, biseriales y rúbricas, don Jose se aseguraba de que las cosas funcionaran y que todo fluyera. Lo hacía porque tenía una notable ética del trabajo, y también porque nos quería y nos quería cuidar. Su faceta de bailarín y gozador de la buena mesa y la buena música también serán inolvidables para quiénes lo conocimos, sabía divertirse y, a pesar de los sermones de la Carlita y la Carola Peña, defendía en palabra y obra lo comido y lo bailado.
Si no hubiese partido ese sábado 24 de mayo de hace diez años, posiblemente ya no estaría viviendo con nosotros esta reestructuración, posiblemente ya estaría fuera del trajín de MIDE, seguro que continuaría preparando sus delicatessen, oficiando de banquetero multifacético o confeccionando sus cortinas y mantelerías con el mismo gusto con que disponía la mesa de los martes. Y seguiríamos sabiendo de él y nos vendría a visitar y los seguiríamos saludando en su inespecífico día de cumpleaños.
Pero partió. Y luego de un viernes, no volvió al lunes siguiente. Nos sorprendió una llamada telefónica la madrugada del domingo y comenzada la semana partimos muchos en un bus a Romeral a despedirlo junto a su familia. Desde entonces lo guardamos en el corazón, los pasillos de este edificio conservan su huella, y los que éramos entonces recordamos vívido su cariño, sus cuidados y le enviamos, adónde quiera que esté, nuestro homenaje y nuestra eterna gratitud.