Foco Ciudadano de MIDE UC se propuso estudiar predictores de la conducta de voto a través de una encuesta que se llevó a cabo antes de la primera y segunda vuelta presidencial de fines de 2017, y que incluyó una breve encuesta posterior a la elección para identificar a los encuestados que habían votado y a quienes no lo habían hecho. El estudio constató que entre los predictores más importantes se encuentran la intención de votar, el interés en la elección, el estar rodeados de familiares y amigos que votan (normas sociales), el haber votado previamente y el conocer su local de votación. En contraste, variables sociodemográficas (edad, sexo, nivel educacional), así como la competitividad percibida en la campaña o la cercanía a la política, no resultaron ser factores significativos.
Como es esperable, quienes declaran tener la intención de ir a votar tienen una mayor probabilidad de hacerlo. De los participantes de la encuesta que declararon que con toda seguridad irían a votar, solo un 17% no lo hizo. Se observó un porcentaje similar de personas que dijeron que no irían a votar, pero que finalmente sí lo hicieron. Sin embargo, la proporción de votantes que, diciendo que no votarían o que probablemente no votarían, igualmente fue a votar, es mayor en la segunda vuelta que en la primera.
Los resultados del estudio muestran que las personas con un mayor nivel educacional tienen una probabilidad mayor de ir a votar También se observó que personas de mayor nivel socioeconómico muestran una probabilidad mayor de ir a votar que quienes tienen un nivel socioeconómico más bajo. Asimismo, a medida que aumenta la edad, aumenta también la probabilidad de ir a votar.
Por otro lado, las personas que dicen haber votado generalmente en las elecciones de los últimos cinco años, tienen una probabilidad mayor de haber votado en estas elecciones que quienes reportan que generalmente no lo han hecho. Además, quienes habían estado inscritos en el registro electoral cuando el voto era obligatorio, también muestran un aumento en la probabilidad de ir a votar en comparación con quienes no estaban inscritos. Por último, participar e involucrarse en actividades políticas, tales como escribir cartas de apoyo a causas sociales y políticas, contactar a representantes o participar en redes sociales, también se asoció a un aumentó en la probabilidad de ir a votar.
Foco Ciudadano también mostró que entre aquellos que reportaron un mayor interés en las elecciones aumenta la probabilidad de ir a votar. Adicionalmente, las normas sociales respecto de la conducta de voto –vale decir, la medida en que amigos y familiares irán a votar y la medida en que ellos valoran que los participantes voten– también mostró una relación significativa: quienes tienen normas sociales más positivas hacia votar muestran un aumento en la probabilidad de ir a votar. Por último, quienes tenían claridad respecto al lugar en que deben votar mostraron una mayor probabilidad de ir a sufragar.
En su conjunto, estos resultados revelan que la decisión de votar o de no hacerlo, es multidimensional y que nuestra capacidad para predecir esa conducta es solo moderada. Los resultados de este estudio ofrecen implicancias relevantes para el mejoramiento de los predictores del votante probable que usen las encuestas y para promover la participación cívica en futuras elecciones.